Así lo constata el informe La universidad española en cifras 2017-2019, elaborado por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE).

Juan Hernández Armenteros, autor del informe, señaló que “Si cualquier alumno depende de la norma de permanencia de su universidad, esos tienen que ser los criterios a aplicar al alumno que recibe beca”, “no tiene sentido que por no tener capacidad económica se exija más que al resto de los estudiantes”.

Hoy en día solo el 10,6% de universitarios proviene de famílias de clase trabajadora, según el informe Ser estudiante universitario hoy, de la Xarxa Vives d’Universitats. Frente a eso, el 54,7% de los alumnos de grado son de clase alta y el 34,7% de clase media.

El sesgo de clase también afecta a la carrera que se escoge, pues, a no ser que haya una vocación muy fuerte, “si van a acceder a una beca pequeña y hay una exigencia académica para obtenerla, los alumnos de bajas rentas se desplazan hacia aquellas enseñanzas en que el nivel de exigencia sea menor”, comenta Hernández. “Tenemos que plantear para qué queremos las becas”, apunta. Para un “un principio de igualdad de oportunidades objetivo y real, esa renta tendría que tener el Salario Mínimo Interprofesional como referencia, porque es el óptimo que garantiza la igualdad de oportunidades”.

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