La agencia de calidad catalana defiende las carreras de tres años, y jóvenes que cursan estos estudios lamentan que el Gobierno los elimine.

El director general de Universidades, José Manuel Pingarrón, esgrimió que estos grados, nacidos en el 2015, son “una anomalía del sistema” porque representan el 2,47% de la oferta y no dan formación “generalista”.

Los defensores de estos grados sostienen que “no tiene sentido” cerrar una posibilidad que estaba abierta desde hace poco tiempo, que flexibiliza las opciones para los estudiantes, y que facilita acuerdos con diferentes campus europeos, donde esta duración de grados es usual. Creen que con esta decisión se pierde la oportunidad de atraer a más estudiantes extranjeros y de equipararse a Europa, y apuntan a que el problema de la diferencia de coste con los másteres se debería abordar con una mejor financiación y no en detrimento de unos grados cuya eficacia todavía no se ha evaluado.

Diversos estudios muestran que los grados cortos atraen estudiantado de las clases sociales más desfavorecidas y reducen la tasa de abandono.

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