En este artículo, el autor se pregunta: “La obsesión mundial con la “calidad” académica, ¿está destruyendo la calidad intelectual, humana y laboral de las universidades?”

Su diagnóstico es demoledor: “La educación superior parece estar sucumbiendo bajo el peso de sus propias contradicciones. Cursar un grado o máster es cada vez más caro y, sin embargo, una proporción cada vez mayor del profesorado universitario está trabajando en condiciones precarias. Las universidades educan a sus doctorandos para plazas que apenas existen. Las instituciones están cada vez más empeñadas en –u obligadas a– medir la calidad de la enseñanza y la investigación; pero sus sistemas de evaluación, basados en la cuantificación y la competencia, parecen diseñados para minar esa misma calidad. Los métodos de medición no solo producen ansiedad, insolidaridad y homogeneidad; también crean incentivos perversos que alejan a las universidades de la sociedad civil e incrementan la desigualdad entre instituciones y áreas de conocimiento, con una marcada desventaja para las Humanidades. Los sistemas de evaluación también fomentan la sobreproducción de papers que nadie lee, aunque hinchan los márgenes de beneficio de un puñado de grandes empresas editoriales. E invitan, cómo no, al fraude: hecha la ley, hecha la trampa.”

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Hace tan solo una semana publicábamos “Carta: Por un cambio radical en la evaluación de la investigación en España” sobre este mismo tema

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